El día del desfile
olímpico
El paso que marcó Gasol
fue el de un super gastador light, iba
seguido de las tropas atletas y
adláteres. Debía de estar contento el embajador Trillo, hasta ahora
desparecido, acompañañando a la Reina cuando pasó el cortejo, no sonaron los
claros clarines ni “El novio de la muerte”, el ecosistema solo daba para
“Carros de fuego”, pero la España seleccionada está dispuesta a enjuagarse el
sudor en la piscina olímpica.
Deportistas de mando a
distancia a todas horas estamos viviendo
para exiguos resultados, cuando nuestros record real siguen reinando en el
pódium de la prima de riesgo, dónde no se nos acerca un rival certero, alguien
así como un estafador al descubierto que pidiera prestado para comprarle al “excheque”
al Tani los restos del nuestro club Málaga bombonero.
De tanto riesgo con la
prima, hemos sufrido lesiones casi irreparable por nuestro desenfreno, y ahora casi sin anestesia
esperamos el día que se levante Rajoy, con el balance abochornante de sus meses
de gobierno, para que nos intervengan y tengamos de esos posoperatorios de
mírame y no me toques.
Nadie está seguro en su
sillón autonómico o municipal, porque la tormenta ha calado a un puente de
mando, que confunde vapor con velero, y arría velas buscando la leña de los
mástiles para la caldera ¡más madera! Roca Junyent nos recomienda auxiliar al
capitán Rajoy, pero me temo que no haya gasa para tapar tantas bocas heridas en
tan poco tiempo y que el motín les llegue desde sus filas de munícipes que no
quieren perder ni un edil de su redil particular.
Jugamos en campo
contrario, por más que queramos que sea campo propio, casi nos tratamos de
guarecer de una granizada, cuando nuestros vecinos del norte de Europa presumen
de las nevadas, y miran con desdén a los que vivimos entre las moscas del
terral.
Llevo varios días
acordándome de Coby y Curro, los del 92, ya veinte años mayores, a diecisete
más o menos de jubilarse, quizás estén en el paro, o hayan hecho negocio
explotando sus propios merchandises. Aquello resultaba tan imperial como las
soflamas de los libros de Historia del régimen de Franco, pero con el candor
vibrante de una modernidad que renacía trás la dictadura.
Ideas, entusiasmo,
vitalidad, trabajo y unidad hacen falta para parar la inercia de estar sentados sobre el pódium como en el
banquillo de los acusados, esperando que pongan en almoneda y que embalen las joyas de la corona
para saciar los buitres de turno. Pero tengo el temor que tenemos a la cabeza un gregario
de pelotón ciclista y bien votado
incapaz de pedalear al ritmo que impone el liderazgo.
Curro Flores
6 de Agosto de 2012
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