¡Quiere decirle al león que se vaya del despacho!
En los inicios de mi gestión municipal apareció una joven con atuendos veraniegos en la oficina de prensa del Ayuntamiento de Málaga, nos preguntó desde la puerta, que dónde recogíamos los leones, y antes de poder contestarle, el jefe de prensa se subió en la mesa de su despacho y airado gritaba para que la señorita diera orden de desalojo a su leoncito que correteaba de mesa en mesa.
En mis inicios de concejal tuve como una de mis responsabilidades el Parque de Protección Animal, eufemismo de la antigua “perrera”, cuidada y nueva instalación, construida tras la epidemia de rabia que padeció la ciudad en los últimos años del franquismo. En mi primera visita, entre jaulas de perros, me sorprendió el recinto hecho con hierros de obra y techado con cartones y piedras, en la que deglutía un hermoso león mellado, pronto supe que su mejor entretenimiento era jugar a los cromos con cualquier gato que deambulaba cerca de su chozao. Extrañado por la situación, el veterinario jefe, Sr. Sepulveda, me explicó que en el parque se venían a recoger, todos los animales que estuvieran abandonados, así como los que teniendo propietarios, constituyeran un peligro para la población, y que los había en abundancia especialmente grandes felinos.
Un periodista amigo cundió la noticia del león, y pronto tuvimos una avalancha de peticiones y denuncias para que asilara el ayuntamiento más de una docena de leones y algún tigre que rugían a sus anchas al cuidado de sus desaprensivos poseedores, desde una terraza en la Palmillas, hasta un patio en la Colonia de Santa Inés, “Málaga la bombonera”, sonaba a la selva del Paraíso. Creo que todo empezó con aquellos fotógrafos turisteros, que con sus pequeñas fieras, aumentaban el incentivo del “very show fandango”, cuando los hombros del fotógrafo no podían soportar su peso, allá que los apoltronaban en sus hogares a ver los seriales de Fauna, del profesor Rodríguez de la Fuente.
Traté de ofrecer los leones a zoos amigos, pero la demanda era escasa, y siempre me pidieron algo más exótico, pensé no querrán concejales empaquetados, porque salvo un buitre cojo que hacía equilibrios, para no estar boca abajo cada minuto, un jabalí que cuando gruñía aspaventaba a los perros que se arracimaban en la otra punta como si fueran a rematar un saque de esquina, y un ciervo criminal en celos, poco más .
Tenía el parque una pastora alemana, capaz de mantener el orden en Alcatraz, nadie se resistía a sus ladridos de tarzana, con el tiempo supe que cuidaba a un ligre baby, que nació en cautividad de león y tigresa aburridos, mi sustituta quiso convertir este acontecimiento en universal, pero resulta que ligres había por doquier.
A veces la gestión municipal pasa de selvática, a selva entre barrotes.
Curro Flores