A Carmena la casó el
duque de Alba
A toda página, seis
columnas en la portada de El Mundo,
mereció una rancia fotografía de la boda de la presunta alcaldesa de
Madrid. Digo presunta porque hasta que la noble abuela no enarbole el bastón de
mando, puede aparecer Aguirre (Espe) en la Feria del Libro de Madrid firmando
el cuento de Caperucita, acusando a Manuela de ser el lobo que mató a su
abuela, para que la enchiqueren.
Desde que vi la
fotografía entre las montañas de periódicos de un quiosco, fustigue a mi
inocencia por creer en el rigor del periodismo, y no pensar en la campaña indecente que le están montando a la señora
Carmena, para que nadie se le acerque a su asiento en El Metro.
Resulta que yo buscaba
entre los padrinos al duque de Alba, pero era el padre Jesús Aguirre el que
oficiaba, el futuro esposo de Cayetana de Alba, por aquella época, era de los
curas progres que pretendía casar marxismo y cristianismo, nos traducía a
Adorno y Benjamín, entre otros, magnífico rimador del alma, y que tuvo entre sus descubrimientos al joven
filósofo Fernando Savater.
Demasiado pedigrí
intelectual para la España de charanga y pandereta, que el laico don Jesús lo
resolvió con un bodorrio, para inflarse de leer legajos y pergaminos de su
pasado ducal en las estanterías abandonadas de los palacios y darse un
zapateado de ocasión con su flamenca esposa
para las cámaras.
Mientras el PP se
desangra y los nuevos se consagran, nos quedan hasta las Generales páginas de
gloria, unos destruyendo documentos y otros tratando de documentarse.
Los hay del PP quién
obligados por volver al sillón hacen actos de contrición para que le perdonen
los ediles de Ciudadanos las andanadas que le dieron en la campaña. Doña Teresa
Rodríguez metida en chirigotas, quiere elegir susto PSOE, antes que muerte PP,
para garantizarle los votos en Cádiz a su pareja. Tenemos en Málaga un
arrepentido de haber querido ser alcalde por Ciudadanos con tres concejales, y
la verdad es que se desdice mal ante los medios.
Uno que es
municipalista hasta los huesos, le gusta la estabilidad de los gobiernos municipales, que sujetos a
los programas y lo que el intenso día a día provea, deben garantizarles a los
ciudadanos más estabilidad que sorpresas.
Las urnas se han
expresado de manera poco uniforme, cada cual ha podido sacar la lectura a su
conveniencia, pero para nuestro gran sinsabor ante una campaña que había
despertado mucha tensión y atención, la inexpresiva abstención ha hecho una de
sus peores muecas. Al presumible alcalde de mi ciudad le ha votado menos del
veinte por ciento del censo, así que
hasta en el último rincón, nadie puede cantar un Tedeum.
Curro Flores
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