Ernesto Sábato en
Málaga
El fallecimiento de
Sábato nos ha entristecido a los que tuvimos la oportunidad de conocerle y
admirarle. Su pérdida nos deja huérfanos de un guía sólido de humanidad;
pero su testimonio vital, su obra
literaria y ensayística pervivirán como itinerario ético del ser ante la
barbarie, la verdad y la duda. La certeza de la dignidad.
Llegó a Málaga en el
mes de Agosto de 1990, tras la feria, venía como invitado de honor a los Cursos
de Lengua Española organizados por el añorado don Manuel Alvar, nuestro
excepcional hijo adoptivo, que se había
convertido en padre trascendental de los veranos malagueños, organizando
infatigablemente los cursos de español que pusieron a nuestra Ciudad entre las
primeras referencias internacionales.
Aquella feria, don
Manuel, director de la Real Academia de la Lengua, desde el balcón del
Ayuntamiento nos obsequió con las palabras más hermosas en su pregón, LOS GOZOS
DE LA VIDA, para convocar a los malagueños “a nuestro entusiasmo exultante en
las fiestas”. Con su honorable presencia presidió también el jurado que otorgó EL CAPOTE DE PASEO a José Manuel Arroyo
“Joselito”, por la mejor faena en los
festejos taurinos. A los amigos nos
confesó que alguna vez de pequeño soñó con birlar a un morlaco.
Alvar, inagotable, por
las mañanas impartía cátedra a sus alumnos venidos de todos los rincones del
mundo, y tarde y noche nos acompañaba en el solaz de la Feria del Sur de
Europa.
Para finalizar había organizado un curso especial
dedicado al habla española en América, y junto a los ilustres académicos
americanos María Vaquero, Humberto López Morales, los españoles Gregorio
Salvador y José Luis Cano, nos fascinó con la presencia de Ernesto Sábato y
Francisco Ayala.
Sábato nos llegaba de
la Unesco, allí quedaron sus palabras: “El ser humano aprende en la medida en
que participa en el descubrimiento y en la investigación. Debe tener libertad
para opinar, para equivocarse. Para rectificarse, para ensayar métodos y
caminos para explorar”.
Impartió clase a los
alumnos que se habían dado cita en las Jornadas. De su sapiencia y fina ironía
pudieron conocer, les dijo: “Yo soy hijo de italianos, y mis ancestros son
Cervantes y Berceo ¡Qué milagro es esto!”
Fuera de sus
obligaciones el escritor, premio Cervantes, quiso reunirse y departir con los
escritores jóvenes malagueños, y gracias al activismo de Mario Virgilio
Montañez, nos pudimos reunir con Antonio Soler, Justo Navarro, Garriga Vela y
quizás alguno más. Creo que para todos los que allí estuvimos fueron unas horas
imborrables.
El Curso se celebraba
en las salas nobles del Palacio Miramar, que por convenio con el Ayuntamiento
de Málaga compartíamos con la Audiencia Provincial. Esos salones esplendorosos con vistas al
Mediterráneo, fueron testigos, amén de algunas sentencias y algún que otro “si
quiero” de oficio judicial, a momentos excepcionales de vida pública y cultural
malagueña, que muchos tendremos en el recuerdo como organizadores y
participantes. Pero el que más me ha impresionado tuvo lugar en la conferencia
de Francisco Ayala dónde, para sorpresa de todos Ayala, Alvar y Sábato,
entablaron un diálogo sobre el exilio, el exterior y el interior, de la más
excelsa y enriquecedora profundidad. De ese acto guardo el recuerdo de esta fotografía,
en la que por generosidad de los
protagonistas me invitaron a acompañarles.
Con Sábato pudimos
disfrutar, gozar de su humor, conocer la
severidad de sus convicciones, aprender
y aprender. Tuvo tiempo para pasear por Marbella, le encantaba conocer
las dualidades de la vida, visitar Puerto Banús. Me obsequió con palabras
entrañables que nunca olvidaré. Y de Málaga partió para su casa en la
Argentina, Santos Lugares, donde tres meses después se casaría por la Iglesia
con la siempre evocada Matilde, su compañera desde 1933.
Curro Flores
6 de mayo de 2011
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