LA CONCIENCIA DEL GANADOR


Póngame una de ejemplo
A unos metros de la meta, echando el bofe a zancadas, el fondista Abel Fernández, no quiso ganar un cross en el que iba segundo, cuando por error, Abel Mutai, quién iba primero en la prueba, se paró antes de la cinta. La noticia ha corrido menos que la gesta, pero el gesto merece una mención en el libro de los records.
En los tiempos que corren, la categoría humana corre poco, el olimpismo no aspira al discreto podio de un comentario honesto. Ni de liebre, se consiente la actitud ética. Hay quien prefiere ganar en la prórroga, de penalti injusto, para desatar toda la fanfarronería del triunfador, a conformarse con la consolación del trabajo justo y bien hecho.
Venimos de la gran etapa  de la riqueza, la de los “espabilaos”; y ahora estamos en la vorágine de la crisis económica, dónde el miedo en el umbral de la supervivencia se supera en demasía con  las artes del pícaro. Triunfadores y necesitados, unos en manuales y cuchés, y otros por el boca a boca, difunden los que les manda los primarios instintos de la depredación y de  la conservación.
Economía, sociedad, política y deporte difícilmente pasan el control anti doping. Hacen virtud de los valores de un ganador, que entre meta y mate, y comida por no comer, se encarama en la cúspide social, para demostrarnos que en esos lares puede llegar cualquiera, solo es proponérselo y tonto el último.
Hace un año ganó las elecciones Rajoy, llegó a su meta, se han escrito “manguerazo” de tinta sobre sus mentiras de campaña, pero una promesa –“haré lo que sea mejor para los españoles”, se ha convertido en el mantra que recita, después de cada recorte. Salvo a las fortunas y sus afortunados poseedores, poco españoles quedan por saquear, después del “toco mocho” electoral.
El bueno de Ramón Jáuregui, diputado por Álava, de dónde es mi admirado Iván Fernández, mi deportista de cabecera por ejemplarizante. Decía en una entrevista – “que lo sentía, porque no se puede llegar a acuerdos con el PP”. Ramón pertenece a otra cultura, la de la Transición, dónde la escala de valores sociales y políticos, no la habían tomado al asalto, los de toda la vida de Dios.
¿Pacto por el Empleo, la Educación, la Sanidad, las pensiones, la Justicia, la estructura del Estado, el crecimiento económico…..? Pactos con el diablo, dónde según los exorcistas, se acomoda la mentira en todas sus formas.
“Venceréis pero no convenceréis”, es el estigma que les lanzó Unamuno a los rebeldes franquistas. Algo así  se  va adueñando de nuestras mentes  cada vez que soportamos el cilicio de sus despropósitos de Gobierno. Y ya no les queda en la faltriquera ni Rato, considerado por la revista Businessweek, como el 5º gestor más malo del Mundo. Pero en el argot de Wert, “no hay quinto malo”.
Curro Flores

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