MASCARILLA DE PROA


Mascarilla de proa
Mi madre se afanó por hacerme una mascarilla como los baberos de la infancia, la vecina la puso en el correo, y el adminículo deambuló buscando mi careto más de un mes y medio. Pero en aquella fecha tanto la OMS y nuestras autoridades sanitarias obviaban recomendarlas, parece que había escasos trabajos científicos que invitaran a su uso, digo,  también lo contrario, es decir, estábamos cortitos de telillas.
Presos en casa, eso sí, con un reconocido valor bélico digno de lucir en el pecho más medallas que Leonid Brézhnev, conocimos todo el desbarajuste que se había organizado para el abastecimiento, producción, compra, reparto, uso y control de las caretas, tanto para los servicios obligatorios, como para todos los que salían con la bolsa de la compra. Hubo hazañas locales desde Cuevas de San Marcos a Marbella, para que las modistas cambiaran sus patrones de costura por los de  taparnos la boca. Se descubrieron hurtos, mafias de distribución, reparto de productos inservibles, toda una nueva antología de la infamia a costa a costa de grandes chorizos timando a gobiernos incautos o excesivamente apremiados, y ciudadanos a las últimas.
China que sufrió primero, ahora ha ganado la partida, y el tren Pekín-Madrid trae exponencialmente  más mascarillas que figuritas de belenes el día que se inauguró su línea ¡bienvenido Mr. Trapos¡ Pero como en Málaga estamos aliquindoi un fabricante producirá 600.000 al día para hacerles la competencia.
En las antípodas se cree que ponerse la mascarilla, es como llevar los calzoncillos usados en la cara, pero a la sazón esta mañana estaba la calle enlosada de mascarillas y guantes de plásticos de ciudadanos que compiten por ganarle a los guarros,  incluso una parece había iniciado su striptease por la cara, y la había arrojado a la acera con todo su gran parche de carmín.
No sabemos cuando esta historia terminará, mientras  sus defensores impongan el “principio de protección” a 100 euros de multa, para mi es mucho memorizar lo de ponerse la gorra, las gafas y el reloj, para ahora ocuparse del trapito. Con la cara tapada la verdad es que se saluda menos, pero los gafitas corremos el riesgo de pasarnos  de la distancia reglamentaria, porque el vaho nos impide la visión con la calor y podemos darnos un topetazo. Hoy es la primera vez que me reconocen, era mi insigne amiga María Luisa Balaguer, la magistrada del Tribunal Constitucional ¡qué vista!
El ayuntamiento de Vall d´Uixo han iniciado el concurso de diseños de mascarillas, estoy esperando las de matrícula personal, las luminosas, doradas y las compatibles con un catarro.
De nuevo las redes nos van a entretener con Rosa Díez que quiere empapelar al gobierno por no haber impuesto su uso antes, si la diablura pasa el trámite, estoy esperando el informe forense, que puede que cubra un nuevo capitulo de las miasmas nacionales.
Curro Flores






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