El
tío Trump
“Los
racistas no deberían ser presidentes de América”, dijo quién mereció ser el
“ojito derecho de los americanos”, Steve Kerr, entrenador de los Golden State
Warriors, tras las primeras declaraciones y actuaciones de Trump con
posterioridad a la muerte de George Floyd. El potentado neoyorquino nunca defrauda a nadie al ser en si
mismo un fraude en pan de oro.
El
día que tomó posesión de las llaves de la Casa Blanca, entre los invitados ya
no podía estar el maléfico Roy Cohn, quién le diera cuerda a la cometa Donald,
para que aprendiera a tirarse a la yugular de cualquiera de sus enemigos para
imponer el orden y respeto del chulo de las cuatro esquinas de Nueva York.
Cohn, formó equipo con McCarthy y Hoover en la caza de brujas, abogado de mafiosos
renombrados, del padre de Trump, a quién asesoró en el
primer episodio racista de la familia del presidente al no querer alquilar las viviendas de sus
promociones a negros. El personaje que tanto enseñó al joven voraz en el night
club Le Club en los tempranos 70, era el único que quedaba vivo de la tripleta
que escribieron las páginas más tristes
y turbias de la democracia americana con la excusa del “temor rojo”.
La
historia del presidente de los Estados Unidos es la de un magnate y también un
mangante, pero a tan altas fortunas económicas se les perdona nombrarlos por
sus tropelías. En nuestra historia nacional a mi me recuerda al personaje de
Jesús Gil, charlatán empedernido, popular ante las cámaras, capaz de ganar
votos a troche y moche y de tirar de la cartera al más pintado. La democracia
es perfectible, pero muchas veces somos incorregibles los votantes ante algunos
candidatos.
El
modelo estadounidense de gobierno ha querido erigirse en ejemplo de la
democracia occidental, cuando las intrincadas votaciones en Miami en las
presidenciales entre Bush y Gore, con las protestas, discusiones y acciones judiciales que provocaron, al
final el representante de la candidatura demócrata Warren Christopher, retiró
todas las acciones, y en el fondo, prefirió no pleitear más por la presidencia,
para no seguir poniendo en cuestión ante el mundo el modelo electoral americano
que cristaliza su liberalismo.
El
tío Trump ha perdido la capacidad de llamar al unísono al ejercito, para actuar
contra los manifestantes, si el fallecimiento de Floyd fue un detonante, Donald
ha constituido un explosivo que ha provocado la acción caótica y divisoria de
la sociedad. Ahora los noticieros
dirigidos por los gobiernos de China, Rusia, Irán y Turquía se dedicaron
a resarcirse de los ataques de Trump, mostrando las peores escenas de la
represión contra las asonadas americanas.
La
encrucijada democracia-capitalismo siempre fulgente en el poder americano, ha
elevado la peor de sus caras, la del pan de oro y el sin sentido del Imperioso;
desde el Bósforo a Bering con sus
dictaduras y gobiernos sombríos, se permiten clamar por los derechos humanos
contra Washington D.C., bajo las dos pandemias la del racismo y encima el
coronavirus.
Curro
Flores
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