¡A mí la Constitución!
Entre las efemérides de
esta Semana Santa, ha destacado la presencia de cuatro ministros del Gobierno,
para el desembarco de los legionarios en el Puerto de Málaga en un buque de la
Armada; el cuerpo legionario, procedía de su acuartelamiento en Ronda, así que una
extraña travesía en barco, cosas de la tradición. Cada ministro cantó -El novio de la muerte, a su manera, pero
nadie con más marcialidad que el Sr. Méndez de Vigo, titular de Cultura, cuando
le vi no pude dejar de pensar en Unamuno, en su incidente con Millán Astray,
cuando el fundador de la Legión, le
gritó a D. Miguel, rector en la Universidad de Salamanca, aquella perla -¡Muera
la cultura y viva la muerte!
La esbeltez cantarina
del señor ministro, le ha deparado un aluvión de críticas de muchos ciudadanos
en las redes, y que algunos articulistas en la prensa, le hayan cantado las
cuarentas. Los excesos de la Semana Santa, la concurrencia de las instituciones
y los políticos en los actos religiosos, siempre provocan ataques del común, que apelan a la laicidad de nuestro Estado,
recogida entre nuestros principios constitucionales.
A propósito del
particular quiero recordar un episodio que nos acaeció a la Corporación
municipal de 1979; como primera electa tras la nueva Constitución, pagamos la
bisoñez. Solemnemente fuimos invitados por el excepcional obispo Monseñor Buxarrais
a la procesión del Corpus. Reunión de Alcalde y portavoces de los grupos
políticos de emergencia por la carta, y decisión, asistencia en pleno a la misma,
de Pedro Aparicio y todos los concejales. Quiero recordar que el portavoz
comunista, Leopoldo del Prado, lanzó un ukase
leninista a sus tropas, y a los dos más resistentes a participar en el evento,
Gerardo Suarez y Andrés Lozano, los envió en un coche de la policía municipal a
la gran tienda de la época, para que se compraran un traje acorde con la
ocasión.
Para nuestra sorpresa,
al día siguiente de la pomposa peregrinación, nos vimos paralizamos por unas
declaraciones de Buxarrais en un diario de Granada. El obispo, modelo de creyente, apelando al
texto constitucional, invitaba a la abstención de las instituciones en los
actos religiosos, reservando éstos para
los políticos católicos practicantes.
La lección
constitucional, recompuso la primeriza decisión municipal, y, -a
Dios lo que es de Dios. Resolvimos que solo el Pendón de la Ciudad, estaría
presente en los actos religiosos, portado por el concejal más joven ¡y me tocó!
Ni que decir tiene la congoja que me produjo el paseo tras el trono del Sepulcro,
no lo arreglaba ni la Marcha Fúnebre de Chopin. Algunas miradas eran
aterradoras, por lo que tuve que fijar mi punto de mira en el vértice de un
capirote.
Para más escarnio, un
día de asamblea en mi Casa del Pueblo, vi mi foto portando el Pendón pegada en la pared junto a
la de Pablo Iglesias, algún adversario, que en los partidos van de sobra, la
puso con la sana intención de que perdiera la votación de delegados a algún
congreso.
Resurgidas estas
memorias que apelan a la metanoia, a un cambio de mentalidad. Me he visto
sorprendido por la neoafición de mis correligionarios a destacar su presencia
en los actos procesionales, de aquellos viejos de marx-eting a los nuevos del
marketing, el olor a incienso divino es el opiáceo más efectivo para el pueblo.
Estamos rodeados por el eterno contorno,
así que mientras unos gritan ¡a mí la Legión! Yo exclamaré, apelando a Monseñor
Buxarrai, la jaculatoria ¡a mí la Constitución!
Curro Flores
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