El doblar del móvil a
Pedro ausente
Jueves 25 de septiembre
de 2014, a nueve días de su cumpleaños, la Parca tan injusta como siempre y con
una certeza implacable, acabó con la vida de Pedro Aparicio, el único alcalde
que he vivido y he querido. A partir de ese instante empezó a doblar el móvil a
muerte, y como las campanas que llaman a llorar al vecino perdido tomó todo su
son y rompió su silente vida de objeto olvidado.
Eran los años de muy
ayer, me dedicaba a las labores de comunicación en el PSOE, y pretendía hacer
un equipo de compañeros que se incorporarán a estas tareas, alguien me dijo que
el secretario general de Sanidad de la UGT, el médico llamativo por su altura y
educación, había estudiado periodismo y
que podría incorporarlo al grupo, dicho y hecho, por razones que los que me
conocen comprenderán inmediatamente me cautivó, venía con cinco libros sobre
distintas facetas del periodismo y la comunicación bajo el brazo y los puso a
nuestra disposición para la tarea.
Después ya pasaron
tantas cosas que hemos convivido como compañeros, amigos, con quién por encima
de todo lo considero mi maestro Pedro, porque me enseñó de tanto que a mis
cortas luces solo puedo transmitir la duda de que por su generosidad sembrara
en un erial disfrazado de oasis.
En día tan triste, he
sentido que la balanza de los afectos y
reconocimientos ha cumplido con la solidez que se merece su trabajo como
Alcalde de la ciudad de Málaga, cuánto agradezco las páginas que he leído y los
comentarios que he escuchados, lejanos a las trincheras del avatar político y
volcados en la figura de Pedro Aparicio.
Hoy que los consejos de
liderazgo andan de moda, yo tuve la oportunidad de estar y trabajar con una
persona que por la propia dedicación a su tarea, actitud y visión pudiera
utilizarse como modelo en cualquiera de los miles de cursos que pululan.
Pedro Aparicio era un ser atento y respetuoso, demócrata hasta
el exceso con los ciudadanos y su equipo, tenía una gran capacidad de decisión
y compromiso, pertinaz, trabajador hasta
la extenuación, amante de la obra bien
hecha, fiel a su palabra y sus ideas, capaz de elevar su tarea por encima de lo
común, supo enseñarle a la Ciudad a mirar más allá del monte Coronao, del
rebalaje y del sol que nos calienta, tenía un alto sentido de la alteridad, con
eso bastaría, pero para la curiosidad del común de sus especie era un ser
tremendamente culto, dónde no abunda su abundancia.
Pertenezco al top y
quisiera ser el primero de los que te agradecen lo que vivimos y que el permanente
recuerdo en ti me seguirá enseñando. Ojalá que puedas departir con Ortega,
Besteiros, Montaigne, Rossini y Beethoven, pasearte en trenes siderales y
seguir celebrando ganarle a los galácticos.
Curro Flores
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