El eterno retorno
Sirva la acuñación
literal del concepto filosófico para entrometerme en el revés del “finde
pasado”. Las circunstancias imponían hacer zapping huyendo del papamóvil y el
basiliqueo, o de los reyes de la formula 1 rociándose gansamente champan en el
podio; nos queda una “mouriñonada” que ver para complementar el secuestro de
nuestra autoestima.
El circuito de imágenes
que nos ofrecían de la visita papal, pertenece a ese empalagoso “vatican mystyc
white” con trozos de ananás; contrastando con el rojo Banco Santander y red
bull de los reyes de la pista, y más,
con el malhumorado gris cetrino
del Mistermou con esas hechuras de
cantaor afónico.
Todo parecía a pedir de
boca, como debe ser, cada cual elegía y elogiaba con sus comentarios atiborrados
de número de fieles, bocadillos vendidos, merchandising por liquidar, etc. Todo está al servicio del marketing, nuevo
evangelio de la metanoia vaticana. Pero el eterno retorno viajaba en avión de
peregrino de lujo.
Pretendemos que la
mejora de asignaciones a la Iglesia por las administraciones españolas, hasta
un ofensivo montante de alrededor de 6.000 millones de nuestras arcas públicas,
y más en tiempo de crisis. Las
acusaciones de pederastia y abusos que les conciernen a las autoridades
católicas y demás trasiegos. Exigirían una atadura afectiva, y que las
declaraciones papales serían menos
beligerantes y más galantes.
Cuándo todo pareció
irse al vuelo de un adiós encajado con piezas de atrabiliarios, pero no menos
cariñosos protocolos, el verbo se
había hecho puya, en forma de comentario lamentable e impropio de un Pontífice,
para con los españoles y sus
representantes.
Desde sus años treinta del siglo pasado, nos
quería volver, por el arte y la magia de
su eterno retorno, a nuestros años treinta, como si nuestras nuevas
circunstancias constitucionales
estuvieran sometidas a aquella dialéctica
terrorífica de confrontación entre el dogma y la razón.
En la cuenta corriente
de lo que fueron aquellas cartillas de creencias, catecismos y vivencias, dónde
no era el raciocinio el factor imperante, nos ha quedado un poso de números
rojos para el recuerdo, de difícil simulación.
Tuvimos la Iglesia
necesaria en nuestra Transición, de la
dictadura a la democracia, ahora silenciada, que supo alimentar el alma de sus
creyentes en la difícil encrucijada de iglesia poder a iglesia evangelio.
La Iglesia quiere la
vuelta a sus fueros, del poder maniatado por su dogma, la punta del viejo
inquisidor asoma entre las entretelas de sus sotanas, mientras los ciudadanos corrientes y molientes nos
desvivimos en nuestros afanes cotidianos ajenos a viejas retóricas.
Podía ser un sueño
pasajero pensar que el Papa viera la mejora y solidez de nuestras instituciones
democráticas, como un signo de progreso, y la alabara, y que en honor al
séptimo mandamiento, tengamos imputados a todos aquellos que, usando el nombre
de Dios en vano, se acomodaron en la faltriquera seis millones y medios de
euros, que se sepa, a costa de la organización de su anterior visita papal a la
ciudad de Valencia.
Dad al César lo que es
del César y al Papa lo que es del Papa: bodas, bautizos y primeras comuniones,
también excomuniones y procesiones.
Curro Flores
13 de noviembre de 2010
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