lunes, 17 de mayo de 2021

¡Eureka, La Alcazaba!

¡Eureka, La Alcazaba!

Los ojos de sorpresa están en la plaza de La Merced cuando, tras el derribo del mamotreto del Astoria, ha aparecido la visión de las murallas de La Alcazaba, casi el oasis soñado de los exploradores sedientos en el desierto de ladrillos.

El túnel ávido de gasolina que une la Plaza con el Parque se difumina, para ensoñar más pasado y procrear selfies turísticos. Muchas veces una pátina de Cultura, hace más por los bolsillos de las comunidades que las cuidan y las cultivan, que la migraña de los áticos con vistas exclusivas.

Hace muchos, muchos años, un excelente poeta local, y yo, concejal de Cultura, recogimos al gran poeta de Oliva (Valencia), Francisco Brines; íbamos en coche por la calle Alcazabilla camino de Gibralfaro y al pasar por el bello rincón de La Alcazaba, Brines mostró su admiración y sorpresa por el Palacio árabe. Inmediatamente, nuestro insigne poeta, lo quiso bajar del burro, le dijo que aquello era un trabajo de recreación reciente, conseguido por el tesón del concejal Juan Temboury, perseguido por el deseo de restaurar el espacio ruinoso del barrio que se erigía soportado por las murallas derruidas del antiguo recinto. El don de la oportunidad nunca ha sido mi fuerte, y tercié en la conversación, gracias al esfuerzo de aquel culto edil, hoy los malagueños no tenemos este espacio lleno de horribles bloques, que era la afición preferida en los años del desarrollismo franquista.

Aún recuerdo de mis años de concejal de Cultura y Turismo, las caras de extrañeza que produje ante los representantes del turismo local, cuando hablé de “turismo cultural”, era la época de los paquetes de guiris  enclaustrados en los hoteles. Después vino el primer Plan Estratégico del la Corporación socialista de Pedro Aparicio, donde objetivamos las potencialidades de Málaga en el turismo, la cultura y las nuevas tecnologías, y aquí estamos.

Finalizada una reunión de trabajo con arquitectos en la calle Alcazabilla, sobre su futuro diseño peatonal, tomaba un refresco con el amable Francisco Campos, propietario de la Bodega El Pimpi. Le comenté cual sería el futuro de su terraza, teniendo amistad para eso, en cordobés profundo me dijo: -“niño, estás para que te encierren”. Hoy, El Pimpi es el restaurante de más negocio de Andalucía, yo sigo libre.

Hoy la gran obra de Temboury, la que cuida con ciencia, mimo y esfuerzo su directora Fanny de Carranza, ha abierto más su presencia urbana. Para algunos, negocio a la vista, para muchísimos, esplendoroso ocio.

La cuenta de lo gastado en la parcela del Astoria por el Ayuntamiento, va por más de 20 millones, aquí el dilema. ¿La construimos y tratamos de hacer caja con más inventos, o creamos un espacio singular de parque homenaje a Picasso, que le añada más cultura a nuestro afán de fotogenia?

Curro Flores

 

 

 

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