lunes, 22 de enero de 2024

LA INTELIGENCIA FICTICIA

LA INTELIGENCIA FICTICIA

Con la sesera de un mosquito estoy velando armas a la luz de un candil, con aceite atrojado de virginidades perdidas, porque me he propuesto ser caballero pensante contra la intromisión en mis andanzas de la IA; soquete que me hicieron los hechiceros top models del I más D. Pongo a Homero, Dante, Shakespeare y al Manco de Lepanto por testigos que no me arrugaré en mis cávilas, pero me despertó del sueño, el ruin sonido del móvil programado para no perderme la vigilia del coffee con pildoritas de todos los colores y mal gusto del pastillero. Desde que lo binario apareció en mi ignorancia, cuando aquello de la informática era más que magia y sapiencia, lo virtual y lo ficticio era de abracadabra para arriba. Con la vejez mi armada invencible de cuadernos, plumas y obsoletos cachivaches, han sido sustituidos para mis perogrulladas en World y mis difusiones por Whatsapp; aunque del papel no me borro, ni para las noticias, ni para el subraye de libros, me traiciono con Google y evito mover la Espasa con mis dedos wikipédicos; aprendí de los manejos del PC con los dibujitos para torpes de Forges, envidiando a las mesnadas que sufren del ir y venir al Parque Tecnológico, o se ganan el currelo en la mesa de camilla. Mis pesadillas ni contaron ovejas, ni bolitas de nylon, pero ahora me surgen los duelos entre mi magro cacumen y la llamada IA, partida de mi eterno fracaso ante mi ajedrez de lucecitas y peones de tamaño de pipas, que me daba jaques y mates antes de sacar el caballo de paseo. Leo a los maestros de los artificios, que la IA será un complemento ideal para nuestras labores naturales de memorizar, contar y despejar incógnitas, pero es de mi experiencia conocerme, sabiendo que mi I, la natural, va de ignota, para hacer fracasar en el intento de emparejarme con la artificial.

Curro Flores

 

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