JABATOS DE LA YET
Una nube de pequeños jabalíes está bailando la canción del verano en las playas de Marbella, cundiendo el pánico en las páginas cuché de las revistas veraniegas, saltando en pantallazos por las redes de animaladas, y, quitando huecograbados al parto de la Moncloa. La alcaldesa Muñoz, angelita de su duda patrimonial, ha pedido ayuda a Juanma y Medio, para que con la cartilla de sus altísimas competencias andaluzas, mande un destacamento de caza mariposas y despeje el chiringuito. Poco saben los animalitos del riesgo de encontrarse con el perro de Aznar, dando un de voltio por la arena, porque a badmilk no hay quién le gane. Dicen que buscan alimento los cerditos salvajes, quizá azuzados por el viejo semental de colmillos retorcidos como el rabo de un jabugo, escapado de mil monterías de las escopetas nacionales, quién les mostró el camino de los gourmets de la guía Michelín. Una vez que se han puesto mayores los de antaño, con un Vargas Llosa en dieta de adelgazamiento, a correr de los cochinos con las dores morenas, del beachclub a taparlas con las olas. Si la cosa persiste, dado la sequía de ideas, los factótums del negocio, pueden organizar el primer encuentro universal de cacería-beach, seguro se darán cita en taparrabo y canana los mejores alimañeros del mundo mundial. Eso pasa entre los de las mejores familias con más jurdós; pero en la otra puntita del mapa malagueño, en la bella Cútar, la de menor renta de España, vive abochornada su sensibilidad en la diversidad, porque unos pájaros de mal agüero, han quemado una bandera LGTBI, precisamente, la elaborada por sus vecinas del taller de crochés. Tengo el convencimiento que los presuntos autores serán encontrados, por haber ajado a la parroquia el Día Internacional del Orgullo Gay, entre las mejores pasas de las montañas de la Axarquía.
Curro Flores
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