EL BRINDIS DE LOS ESTAFADORES BANCARIOS
Robar suena peor que estafar, ladrón peor que estafador; pero los grandes mangantes del “rescate bancario”; para que celebren su 10 aniversario, pueden felicitarse chocando sus copones, porque nos han birlado, por ahora, SETENTA Y TRES MIL DOCIENTOS SESENTA Y UN EURO, y los furgones del Estado siguen desparramándose para los autos raptores.
Este tremendo escándalo de derroche de las arcas del Estado, tiene sus dos grupos de mayores perjudicados como una editorial señala: los contribuyentes y los preferentistas, pero hay una lista más grande de olvidados, los jubilados, los mileuristas de antaño y así puede usted llegar a darse una vuelta para rescatar las colas de los bancos de alimentos.
Antes del agosto negro por la quiebra de Lehman Brothers, puedo recordar que gobernando ZP, nuestra arca para las pensiones, andaba tan boyante que buscaba el ministro Solbes invertir una parte en Bolsa, llevado por el modelo noruego de sacarle beneficios al dinero aburrido. Tras es trastazo, el severísimo Manuel Pizarro, estrella de la economía pepera, ex presidente de ENDESA, ahora consejero del Corte Inglés; espetaba al sociata, aquello de “sangre, sudor y lágrimas”, orwelliana churchilada. El siniestro augur se olvidó con su cita, de nombrar el ejército de perjudicados, entre los que no se encuentra el señorito Manuel o De Guindos, vicepresidente de las arcas de la codicia bancaria europea.
Henry Paulson, secretario del Tesoro usado, tras la noche del horror de los Brothers, tembló por la quiebra en su desvelo, pero al día siguiente los Pravdas del capitalismo norteamericano, le felicitaban por cumplir una excelsa máxima del liberalismo capitalista: “el que pierde paga y se lleva los tiestos”.
El doctrinario justiciero duró un día, ante la crisis de la Aseguradora más grande yanqui. El comunismo soviético como un alacrán rodeado se hizo el harakiri; pero el capitalismo con la soga al cuello, la traspasó al estado con un abrazo de anaconda.
Las arcas públicas, adelgazadas por sus teóricos libérrimos, son el refugio de sus golferías. Aquí no cabe un “erase una vez”, ni un “colorín colorado”; porque a costa de nuestros llantos, de nuestras fatigas y nuestras cataratas sanguíneas, aquellos deslumbrantes y avariciosos ladrones se siguen poniendo morados. Suena a populismo y demagogia, lo contrario a ventrílocuos de cuervos.
Curro Flores
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