DÍAS DE VIEJO COLOR

DÍAS DE VIEJO COLOR

Es el nombre de una película de Pedro Olea, de 1967, que tiene como escenario la en aquel entonces barriada de Torremolinos, en unas vacaciones de Semana Santa y sus cuitas de aperturas juveniles en el franquismo del turismo gran invento. Quedaban dos años para que Pedro Fernández Montes, fuera nombrado consejero local del Movimiento por su villa; más o menos lo mismo, para que Francisco de la Torre adquiriese la medalla de teniente de alcalde del consistorio de Málaga, para después ser nombrado presidente de la Diputación.

A tres días de la Holly Week, a dos meses de las elecciones municipales, concurren los longevos actores de los tiempos grises a un sillón en sus plenarios respectivos. Nada que objetar, porque Pedro y Paco han sido revalidados por sus electores en varias legislaturas.

Pedro cautivador de jubileos para jubilados, le puso avenida a su ídolo Fraga Iribarne, mal estilo político; también a Sandokan, ladrillero aventajado incurso en el gilismo, quién le obsequió con el adefesio del monumento al Turismo, para su discurso una obra artística comparable a la columna a Horatio Nelson en Trafalgar Square. En fin, su coco da para construir una antigualla de presumible gran museo de la localidad, incapaz de llenarse por sus sucesores, tentados por llenarlo de cualquier funcionariado o parentesco.

Fernández Montes insiste en su apuesta por su pueblo, desairado por los populares,  los que le deben tanto, como el  haber soplado la alcaldía a los socialistas o haber criado en los deberes de munícipe a la actual alcaldesa Margarita del Cid. Las diferencias íntimas y públicas, entre los dos actores, ya que va de antiguo, son para un episodio vacacional de La Jura de Santa Gadea, porque jurada se la tiene Pedro a su discípula.

Estas cuitas, salvo los que vivimos la historieta de cerca o lejos, le interesan a muy pocos, pero a mí me surge una interrogante en 2023: ¿el homus franquista no tiene fecha de caducidad?

Curro Flores