UN PODER SIN JUICIO

UN PODER SIN JUICIO

Montesquieu, Tocqueville, nos significaron que los hombres con mucho poder tiende al abuso del mismo; por eso la separación de poderes era el elixir necesario para acabar con las tropelías despóticas.

Con esa máxima cabalgamos en la democracia liberal en nuestra forma de construir nuestro entramado legal. Pero el problema es que lo que nos aprendimos en el catecismo constitutivo, si la democracia deja huecos para que la división de poderes, se convierta en un asunto de mecánicas hueras, podemos dar pie a unas formas de poder faltos de juicio. Como sucede ahora y por bastante tiempo con el poder judicial en España. Me gustaría tener vivitos a los sabios de la receta de antaño, conociendo la situación que vivimos los iberos con los togados jefes.

Amén de que la simple dimisión de los vocales que se sienta en el Consejo del Poder Judicial, sería prueba, no solo de su honorabilidad, sino de que facilitarían el cambio, para renovar los mandatos caducos de ellos; como ha señalado el ejemplar jurista Pascual Sala, quién siendo presidente del Consejo dimitió, para que  a las fuerzas parlamentarias les apremiara el cambio y, no provocaran una situación como la actual.

A los tan panchos, pedirle que se pongan de lado perdiendo sueldo y prebendas, parece un asunto baladí, por más insistencia moral que se ponga en el intento, como está demostrado desde 2.018. Pedirle al PP que se ajuste a la ley, para llegar a un acuerdo en el Parlamento para renovar el órgano de gobierno de los jueces, una quimera, porque aunque poderes divididos, los populares los tienen a su mayoría como aliados conservadores.

Antes de perder el juicio que, ahora con los secretarios de los juzgados en huelga se fija para largo. Es necesario, como tantas veces  he reafirmado, encontrar la fórmula democrática de la elección de esos poderes que se nos escapan, por los mismos ciudadanos que vamos a las urnas para elegir nuestros representantes. Poderes separados, pero no ausentes en nuestras urnas.

Curro Flores